La falta de liquidez es uno de los problemas más acuciantes de las empresas y los autónomos españoles. Negocios sólidos y con décadas de historia siguen cayendo en nuestro país por el efecto de la falta de financiación, incluso aunque sean de empresas bien gestionadas y con un buen nivel de actividad.
La liquidez es la gasolina que permite que funcione el mundo de los negocios. Antes de cobrar una venta, las empresas necesitan gastar en comprar provisiones, pagar sueldos y hacer frente a todo tipo de costes para después acabar vendiendo su producto y, un tiempo más tarde, cobrar la venta.
Este proceso puede desequilibrar la tesorería de cualquier negocio, por lo que es necesario recobrar el equilibrio mediante financiación de circulante. Tradicionalmente este hueco lo habían cubierto las entidades bancarias, que prestaban ese dinero a las empresas normalmente a través de líneas de crédito con las que éstas cubrían sus necesidades de liquidez.
Sin embargo, el entorno se ha transformado profundamente en el panorama bancario español. La concentración de entidades financieras ha hecho que cada vez haya un menor número de bancos a los que acudir. Paralelamente, la reciente crisis inmobiliaria ha provocado que los bancos cada vez impongan unas condiciones más duras a la hora de aprobar la concesión de crédito a las empresas y los autónomos.
Todo ello tiene un efecto directo en el día a día de las empresas, que se constata en unas grandes dificultades para acceder al crédito bancario. Por ello, cada vez son más las empresas que acuden a fuentes de financiación alternativas para conseguir los fondos que necesitan para mantener su actividad.
Una de las propuestas de mayor éxito entre los empresarios es el anticipo de facturas o factoring, un servicio financiero que facilita financiación a las empresas a través de la cesión de las ventas a crédito a una entidad especializada, que adelanta el cobro de los documentos antes de la fecha estipulada de cobro.
El anticipo de facturas se ha abierto paso dentro de las alternativas de financiación, donde se incluyen otros servicios como el descuento de pagarés. Ambos productos tienen ventajas como que no aumenta la deuda recogida en el balance ni el riesgo vivo en la CIRBE, además de evitar posibles impagados, que son asumidos por la propia entidad financiera.